Hace años este viaje estaba
proyectado. La idea inicial era realizar una motoruta en India. Todo comenzó en
un conocido foro de motos. En un principio, surgió la posibilidad de recorrer
Rajastán en una Royal Enfield. Recorrer la India en una Royal es como hacer la
Ruta 66 en una Harley.
A principios de este año, se
retomó la idea pero quedó un poco en el aire. Tan solo dos meses antes del
viaje se confirmó. Se publicitó entre los amigos cercanos y se procedió,
únicamente, a la compra de billetes de avión. Unas ideas previas de ruta, unos
comentarios de gente que ya había estado y poco más.
Con lo puesto, una mochila
apretada para poder llevar todo el equipaje encima de la moto y al aeropuerto.
La primera escala en el aeropuerto Charles De Gaulle de París. Con poco más de
una hora y a la carrera por la terminal porque la facturación del equipaje no
estaba garantizada. Casi de un salto y con el olor a curry impregnado en el
fuselaje, nos subimos al moderno avión que nos trasladaba a India.
Doce horas después del
primer despegue, más las tres horas y media que hay que sumar por la diferencia
horaria (un total de 15 aproximadamente) aterrizamos en el aeropuerto
internacional Indira Gandi de New Delhi.
La siguiente misión es salir
del aeropuerto. Lo más fácil es coger el metro hasta New Delhi central. Antes
hay que cambiar euros por rupias. El cambio medio es de un 1 € 70 rupias.
Aunque dependiendo de las ciudades, el cambio puede oscilar entre 60 y 68. Por
100 rupias, en la máquina expendedora del metro te dan una ficha de plástico a
modo de billete. En los tornos la muestras a la máquina y pasas. Después de un
trayecto de unos 20 minutos llegas a la estación central. El tren, que se
presagiaba de otro mundo, nos da una grata sorpresa. Aire acondicionado,
moderno, rápido y limpio. Para salir, se introduce la ficha en el torno.
Salimos al exterior y la
bofetada de calor es importante. Estamos a primeros de julio, época de verano
monzónico. Una combinación de calor y humedad. Luce el sol de forma vaga pero
contundente; ya que una calima lo impide de forma clara. No se sabe si es por
la contaminación o porque es así.
Un poco perdidos en la
calle, nos asaltan los taxistas. Volvemos al metro y buscamos un barrio
periférico para alojarnos mediante “couchsurfing”. Esta segunda entrada es más
real. Me explico. Hay dos filas para entrar. Una de hombres y otra de mujeres.
Control de escáner de todo tipo de bolsos, mochilas y equipaje. Arco de
seguridad y cacheo. El precio de 4 billetes es de 76 rupias en total.
Una vez en el exterior, por
segunda vez. Nos damos cuenta que la periferia es algo diferente, y
lógicamente, la impresión es peor. No acertamos a encontrar al generoso
individuó que osó a invitarnos a su casa. Decidimos ir al barrio de Pahargang
en “oto” (tuc tuc en Tailandia). Negociamos el precio y después de más 30
minutos nos damos cuenta que Nueva Delhi es bastante grande y el tráfico
caótico. Ya somos capaces de ver las primeras vacas deambulando entre los
coches y la gente. El tráfico se compone de infinidad de coches, tuc tuc,
motos, peatones y vacas cruzándose de carril, cambios de sentido, etc. El
sonido del claxon de todo vehículo es ensordecedor y continuo. Si hay un
vehículo averiado o lleva la carga que sobresale los límites, no importa. Está debidamente
señalizado con ramas o arbustos. La alocada conducción incluye cambios de
sentido de trailers saltándose la mediana en medio de una autopista de peaje,
esquivar una vaca o compartir tres carriles con cinco vehículos.
El barrio de Pahargang está
bien situado junto a la estación central de ferrocarril. Hay gran variedad de
hoteles. Buscamos uno con unos mínimos (limpieza, desayuno, aire acondicionado
y wifi). El precio, un poco caro son 2.600 rupias la noche. El extra es la
piscina en la terraza, donde hay un restaurante y cerveza fría.
El resto de la tarde lo
dedicamos a comer y a inspeccionar la zona. En el hotel nos indican que nos
pueden facilitar un alquiler de motos. Al día siguiente, nos ponemos en marcha
y el contacto de las motos no llega. Decidimos ir a Naiwala Karol Bagh, una
calle donde se concentran todos los negocios de alquiler y talleres de motos.
Un taxi nos deja allí y comienza la peregrinación. Nos damos cuenta que los
precios están pactados entre ellos. La idea de ir a la frontera del Tíbet para
ver Leh y el valle de Ladakh comienza a desvanecerse. Tenemos 15 días y son
muchos kilómetros. Dejar las motos en Leh y que las retornen en camión a Delhi
encarece bastante el presupuesto. Hay que llevar el equipaje, garrafas con
gasolina y un mecánico (al que hay que pagar alojamiento y manutención).
Sobre la marcha, intentamos
buscar alternativas. Un tuc-tuc nos lleva al centro de Delhi. Insistimos que no
queremos tiendas ni nada parecido. Nos lleva a una agencia turística autorizada
por el gobierno. Exponemos nuestra idea y nos terminan de convencer. Nos venden
un paquete a medida que nos seduce. Hacer trekking en el Himalaya en la zona de
Cachemira y después visitar las principales ciudades del tercio norte de este
poblado país. Accedemos por un precio razonable a las ventajas de facilitarnos
el alojamiento, los billetes y los traslados.
Desde el primer momento, nos
ponen un taxi a nuestra disposición. Cambiamos de hotel (más barato pero con
las mismas comodidades). El simpático y pequeño taxista nos lleva a un
restaurante local donde la comida es realmente buena, aunque el precio un poco
alto. Somos conscientes de nuestra condición de turistas. Por la tarde,
recorrido turístico por la capital. Intentamos acceder al templo del Loto pero
grandes colas de espera, lo impiden.
El templo de Loto es un moderno
centro de adoración Bahá’i con forma de flor visitado por millones de turistas
de todo credo.
LOTO TEMPLE |
DELHI GATE |
Otras cosas a tener en
cuenta. Quien quiera comprar una tarjeta telefónica para operar teóricamente
sin problemas, deberá aportar dos fotografías tamaño carnet, rellenar varios
impresos, pasaporte y facilitar los datos del hotel donde se está alojado.
Después de 15 días, las tarjetas de una reconocida compañía internacional no pudieron
ser activadas. Hay que decir que hay pocas redes wifi por las ciudades.
Normalmente, se pueden encontrar en los hoteles.
En los cajeros automáticos,
en minúsculos cubículos, suele haber aire acondicionado a máxima potencia y un
vigilante.
En lo que respecta a las comidas,
básicamente, todo pica. Lo mismo da comer pollo que un plátano. Incluso hasta
los pistachos pican. Con el tiempo se aprende y se sabe que es lo que no pica.
Casi todas las comidas están basadas en el pollo y el arroz. Cabe destacar los
siguientes platos, aptos para turistas:
Jeera Rice y Saffran Rice:
Arroz que no pica. Solución de comida alternativa para evitar las diarreas por
el exceso de picante. Después de una semana comiendo picante, los intestinos y
los estómagos se resienten.
Palak Paneer: Una salsa
verde (espinacas con queso fundido) que se come con pan de pita (de queso,
cebolla o ajo). Tampoco pica.
Veggie Pakora: Especie de
croquetas vegetales rebozadas. No pica.
La venta de cervezas, solo
en determinados restaurantes. El tamaño estándar (muy común en zonas de Asia)
es de 660 cl.
Al día siguiente y
continuando con el nuevo plan, toca volar a Srinagar. En poco más de una hora de
vuelo, llegamos a Srinagar, capital de Jammu – Cachemira. Nada más salir del
pequeño aeropuerto, un simpático policía nos acompaña hasta el coche que nos
recoge y sibilinamente nos pide dinero. La ciudad está fuertemente
militarizada. Existen multitud de controles militares y soldados armados apostados
en todas las calles y cruces. Es una zona en conflicto donde no suele haber
turismo extranjero. Se necesita un permiso especial para estar en la zona. En
las páginas web de información turística no suelen recomendar visitar estas
latitudes.
La gran atracción de
Srinagar es el Dal Lake, rodeado de montañas en las primeras estribaciones del
Himalaya. Cruzamos el lago en unas pequeñas embarcaciones de remo hasta unas
casas flotantes (houseboat) a modo de hoteles.
Por la tarde, toca
inspeccionar la parte antigua de esta ciudad, conocida como Old City. Aquí ya
poca gente habla inglés. Normalmente, los conductores de “oto” y taxistas dicen
a todo que sí. Una vez que se dan cuenta que tienen el “negocio” en sus manos, llaman a alguien próximo que
hable inglés para que les traduzca el trato que acaban de cerrar.
Después de muchas
complicaciones, llegamos a la Old City y allí nos damos cuenta que estamos en
una ciudad donde hay poco de India. Nos llegamos a preguntar si estamos en
Pakistán. Es un viaje en el tiempo. Un retroceso a una ciudad musulmana, donde
las mujeres visten con niqab y burkas de color negro y los hombres llevan su
“pijama blanco” o gris con chaleco con sus largas y pobladas barbas. Es un lujo
para los atrevidos turistas pasear por estas estrechas calles donde abundan las
casas de ladrillo rojo. En sitios recónditos e inhóspitos se pueden ver
pequeños y vetustos negocios. A los ojos de los lugareños, somos unos extraños
turistas occidentales.
Durante el paseo encontramos
la mezquita Khanqah; que solo se puede ver desde fuera, ya que no se puede
acceder. De regreso a la houseboat paramos en una céntrica calle que hace las
veces de paseo marítimo. Allí, la gente pasea tranquilamente en familia.
Al día siguiente, visitamos
el templo hindú Shankaracharya en el monte de Sulaiman. Para acceder hay que
subir en coche, previo pago de 600 rupias y el correspondiente cacheo y
registro de bolsos y mochilas. No se pueden llevar cámaras de fotos, prendas de
vestir de cuero y teléfonos móviles, ya que están rigurosamente prohibidos por
temas religiosos. El templo de Shankaracharya está dedicado al dios Shiva. Uno
de los más famosos de los múltiples dioses de esta extraña religión. Después de
una larga espera, en el interior del pequeño templo se venera a Shiva, se
realizan donativos, se tocan las campanas y un sacerdote te impregna una
sustancia rojiza en la frente.
Tuvimos la suerte de visitar
este templo, lugar de peregrinación e ilusión de muchos hindúes, ya que solo se
abre desde la mitad de junio hasta finales de agosto. Según nos dijeron, la
nieve impide el acceso al monte fuera de estas fechas.
Muy interesante, visitar los
mercados locales de Maharaja Market y Goni Khan Market. Un auténtico hervidero
de gente, donde se entremezclan los puestos con coches, furgonetas y autobuses.
En la siguiente jornada toca
viajar en coche hasta el corazón del Himalaya para realizar el trekking.
Después de casi dos horas en
coche, llegamos a Naranag. Es una pequeña población del distrito de Ganderbal a
unos 50 largos km. de Srinagar. Sirve de campamento base para ascender al
Haramukh (5.142 metros) y al Gangabal Lake.
Naranag situado en un verde
valle con el río Sind a sus pies, también tiene como atracción turística un antiguo
templo dedicado al dios Shiva.
Por la tarde, un pequeño
paseo de senderismo, sirve de aclimatación para la ascensión del día siguiente.
Se pueden observar curiosas construcciones de troncos y tierra donde la gente
de este pueblo habita con sus animales. Suelen trabajar tres meses al año (en
verano) ya que la nieve suele impedir el normal desarrollo de actividades. Los
niños –con las caras curtidas por la climatología- que se acercan no piden
caramelos ni dinero, solo quieren bolígrafos.
SHIVA TEMPLE |
El día principal de
ascensión amanece ligeramente nublado. Acompañados de un guía y un mini caballo
iniciamos la subida. Después de unas 3 horas hacemos cumbre en una planicie
cubierta de niebla. Nos encontramos una construcción que gestionan unos gitanos
donde venden té con leche caliente. Nos refugiamos en otra construcción que
sirve para guardar animales. Comienza a llover y degustamos el energético menú
que nos ha preparado la organización.
El menú -igual que en los
dos días anteriores- consta de: 1 pequeño huevo duro, 1 pequeño muslo de pollo,
1 pequeña patata cocida y un mini sándwich seco de mantequilla. Para beber,
agua que habíamos comprado antes de salir. Esperamos a que deje de llover y
despeje la niebla. Dos horas después conseguimos ver las imponentes cumbres nevadas
del majestuoso Himalaya.
HIMALAYA |
Un nuevo día y regresamos a
Delhi. Antes hay que sufrir el peregrinaje de registros y cacheos. En la
entrada del aeropuerto, en la entrada al edificio de la terminal, en el registro
de seguridad después de facturar. Identificar personalmente el equipaje antes
de embarcarlo en el avión. Controles y cacheos también en la entrada a la sala
de espera y a la entrada del avión. Otro vuelo de una hora y un coche nos
espera.
Para salir de Delhi, que es
un atasco permanente, se necesitan dos horas en coche. Después de 270 km y casi
siete horas en un monovolumen, llegamos a Jaipur, la capital de Rajastán.
Jaipur es la ciudad rosa. Por orden del gobierno indio en la época colonial, es
obligatorio que todas las fachadas se pinten de color rosa como signo de
hospitalidad. El símbolo de la ciudad es Hawa Mahal o Palacio de los vientos.
En Jaipur hay que visitar el
Amber Palace o Palacio Ámbar. La entrada al palacio cuesta 200 RP. Este palacio
está situado en una colina junto al fuerte y el Maotha Lake. El fuerte es zona
militar y no se puede visitar.
Cerca del palacio y en los
montes vecinos, se contempla la muralla de 22 km. que separa la “ciudad vieja”.
Tiene un gran parecido a la gran muralla china.
En medio del Man Sagar Lake está
el Jal Mahal o Palacio de Agua. No se puede visitar aunque es bonito contemplar
desde la orilla. También por la noche.
JAL MAHAL |
MAHARAJA SAWAI MAN SINGH II MUSEUM |
El Palacio de la ciudad (Maharaja Sawai Man Singh II Museum). La entrada son 400 RP. En su interior alberga un museo textil y de trajes y un taller de artesanía. A la salida del palacio, en una de sus puertas, podemos encontrar cantidad de monos (macacos) que están a la caza y captura de cualquier vianda para comer.
Junto al palacio de la ciudad, está el Palacio del Rey. Se puede visitar, previo pago de 2.500 RP. El rey actual tiene 16 años y vive, normalmente, en Londres.
Un dato a tener en cuenta para los que viajen en taxi. De Delhi a Jaipur cuesta 150 € por persona.
Destaca la suciedad y
pobreza del extrarradio de las ciudades donde la gente se hacina junto a las
carreteras.
Esta vez son 240 km y otras
seis horas de coche. Agra (Uttar Pradesh) es la ciudad del mármol blanco tallado
y contrasta que sea la ciudad visitada más sucia de la India. Agra es la ciudad
que alberga una de las siete maravillas de la humanidad: el Taj Mahal. El Taj
Mahal está junto al río Yamuna. Es un mausoleo musulmán dedicado a Arjumand
Bano Begum, la esposa favorita del emperador Shah Jahan, muerta en el parto de
su decimocuarta hija.
La entrada son 750 rupias
(entrada más impuesto turístico). Incluye una botella de agua y unas pantuflas
desechables. Antes de entrar, es obligatorio dejar linternas, bolígrafos, etc.
ya que serán confiscadas en el control de seguridad.
AGRA FORT |
La entrada al recinto se hace a pié, en camello o en tuc tuc eléctricos debido a la alta contaminación que está dañando la construcción.
Dentro de Agra y a pocos km
del Taj Mahal está el fuerte. El precio también son 750 rupias, pero con la
entrada del Taj Mahal se descuentan 500 RP del impuesto. No hay que olvidar
llevar la entrada y enseñarla en la taquilla. El fuerte de paredes rojizas está
compuesto de varias edificaciones y jardines.
TAJ MAHAL - MEHTAB BAGH GARDENS |
Los jardines de Mehtab Bagh detrás del Taj Mahal se pueden visitar. La entrada son 100 RP. Es conveniente contratar un tuc tuc ya que está al otro lado de río Yamuna y hay que atravesar parte de la ciudad. Es curioso pasar debajo de un puente por donde circula el tren. De forma asombrosa todos los viandantes y vehículos se paran automáticamente al paso del tren para no sufrir una lluvia de excrementos procedentes de los servicios de tren.
Dentro de la ciudad de Agra, existe una terraza llamada “Mumtaz Café” en un hotel donde se puede contemplar una vista panorámica y el atardecer tomando una cerveza. Está situado cerca de la puerta sur del Taj Mahal.
MUMTAZ CAFE TERRACE - AGRA OVERVIEW |
La estación de trenes de
Agra es un submundo donde las familias tiradas en el suelo, dormitan y comen
esperando su tren.
Llegamos tras 11 horas en
tren y hacer 620 km. Nos venden el billete con la golosina de aire
acondicionado y un compartimento en coche cama. La realidad es que es cierto
que hay aire acondicionado pero el compartimento no es tal. El vagón se comparte
completamente, en receptáculos de 6 literas y algunas separadas por
cortinillas.
Varanasi (Uttar Pradesh) es
la ciudad del río Ganges. Nosotros la conocemos como Benarés. Y para los
hindúes, el río es el “Ganga”. Es la ciudad visitada donde el tráfico rodado es
el más loco y caótico nunca visto. Después de conducir en algunos países
diferentes, pensaba que en El Cairo y Bangkok lo había visto todo en este
sentido, pero no. Faltaba Varanasi. Es raro que esta ciudad no haya dado
todavía un campeón del mundo de rallys.
En el río Ganges conviven
las cenizas de los muertos, los niños y jóvenes bañándose, las mujeres haciendo
la colada, el baño refrescante de los bueyes o chavales pescando. En una de las
orillas, paseando por los “ghat” podemos encontrar multitud de chamanes,
sacerdotes, pedigüeños, mendigos y vendedores ambulantes. Al atardecer y al
amanecer los habitantes de esta ciudad se bañan. Por las mañanas, es el tiempo
en que las mujeres lavan la ropa y la ponen a secar en el suelo.
Es conveniente realizar un
recorrido en una barca de remos para ver este inmenso río de color marrón. Es
la mejor forma de aproximarse a las piras funerarias donde queman entre 200 y
300 muertos diariamente. Las familias de los muertos, allí mismo compran unos
60 kg. de madera. En una camilla hecha con bambú, sumergen al fallecido que
está vestido con telas brillantes para darle su último baño sagrado y purificarlo.
Luego lo depositan en el suelo para que el cuerpo se seque y van preparando la
pira funeraria con fuego e incienso. Pasada una hora aproximadamente, proceden
a quemar el cuerpo hasta que queda reducido a cenizas. Una vez consumido el
fuego, tiran las cenizas al Ganges. De esta forma, los hindúes descansan para
siempre, ya que el que no muere en Varanasi, deberá reencarnarse hasta
conseguirlo.
También es imprescindible
ver la puja en honor a la Madre Ganga. Es una ceremonia que
se celebra todos los días al ponerse el sol. Posiblemente, la
más importante y concurrida es en el ghat Dasaswamedh.
Los templos hindúes en
Varanasi destacan por su atractivo espiritual. Kashi Vishwanath es uno de los
templos más vistosos junto al río Ganges.
HINDU TEMPLE |
Así visitamos varios templos
de religión hindú donde te hacen beber agua de un pozo o agua de flores de un
altar, etc. Se bebe con mucho reparo pero garantizan que no produce diarrea. Hicimos
la prueba y sorpresa, nadie se puso enfermo.
Para refrescar los estómagos
y amortiguar el efecto del agua bebida en los templos, decidimos tomar “yagar”
(fonético). Es algo parecido a una mezcla de requesón y yogurt con azúcar que
se toma en un cuenco de barro sin cocer de un solo uso.
GHAT DASASWAMEDH |
Varanasi también es famoso
por sus escuelas de yoga, donde los turistas acuden aprender. En esta ciudad para tomar
una cerveza, preguntamos a un taxista y nos llevó a un lugar clandestino. Un
piso medio deshabitado en el centro de la ciudad, donde un montón de hombres
beben cerveza y se emborrachan sentados en cajas de cartón.
A la hora de salir a cenar y
dar una vuelta, es conveniente conocer los horarios. Los hoteles cierran a las
22:00 horas. A partir de esta hora, no hay nadie por la calle, tan solo vacas y
toros transeúntes o conductores de triciclos durmiendo encogidos en sus
vehículos.
La estación de tren de
Varanasi tiene una imagen mejor que la de Agra. La vuelta a Delhi fueron 14
horas para recorrer en tren casi 800 km. en un coche cama. Esta vez, el vagón
compartido era de habitáculos con 8 literas.
Después de toda la noche
viajando, entumecidos salimos al sol radiante del exterior. Vuelta al hotel,
comida en un buen restaurante y un paseo vespertino para ver la mezquita Jama
Masjid, la más grande de New Delhi.
JAMA MASJID MOSQUE |
Allí, junto a la mezquita Jama Masjid, se encuentra un bazar, tipo medina árabe. Es donde los musulmanes de Delhi realizan sus compras. Como es época de ramadán, en algunas tiendas de alimentos, se pueden ver personas hacinadas que comen gracias a la caridad preceptiva del Corán.
Ya por la noche, regreso al
hotel y al día siguiente vuelta a Madrid. Escala en Roma, en el aeropuerto de
Fuimicino. En total más de 15 horas de viaje.
A modo de conclusión. Si alguien
busca encontrar el karma en India, dudo que lo haga. Podrá encontrar otras muchas
cosas. Creo que es necesario conocer este país pero es posible que alguno tenga
sentimientos contradictorios. No obstante, esto no deja de ser una opinión muy personal.
País de contrastes donde los haya. Una lastima que no pudieseis hacer el viaje en una Royal Enfield.
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